Toda compañía tiene un objetivo en común: lograr que sus clientes se sientan satisfechos. Para esto se debe prestar atención a la cadena de valor, una herramienta analítica que sirve para optimizar la creación de valor de una empresa para sus clientes, identificando las ventajas competitivas a la vez que se minimizan los costes.
Conocer cómo funciona la cadena de valor en una empresa es esencial porque proporciona una comprensión detallada de todas las actividades involucradas en la creación y entrega de productos o servicios. Esto permite identificar oportunidades de mejora, enfocarse en la creación de valor para el cliente, desarrollar ventajas competitivas, optimizar el uso de recursos y realizar una planificación estratégica efectiva, lo que en conjunto contribuye al éxito y la sostenibilidad a largo plazo de la empresa en su mercado.
La cadena de valor es un concepto desarrollado por Michael Porter en su libro “Ventaja Competitiva: Creación y sostenibilidad de un rendimiento superior”, publicado en 1985. Para Porter el valor no se podía medir solo en términos de ingresos de una compañía, sino que debía extraerse del estudio de las diferentes etapas de diseño, producción y entrega de un producto o servicio.
Analizar la cadena de valor de una empresa permite identificar áreas donde se puede mejorar la eficiencia, aumentar la producción y fidelizar a los clientes. Esto puede conducir a una ventaja competitiva y una mayor rentabilidad para la empresa.
Starbucks es un ejemplo de cadena de valor, cuya estrategia empresarial se enfoca en la creación de valor a través de la experiencia del cliente y la calidad del producto o servicio. En sus actividades primarias, Starbucks se destaca por su rigurosa logística inbound, asegurando la selección de los mejores granos de café directamente de productores en todo el mundo. En términos de marketing y ventas, Starbucks invierte en productos de alta calidad y en brindar un servicio al cliente excepcional, priorizando la creación de una experiencia única para sus clientes.
Según lo descrito por Porter, la cadena de valor desglosa las actividades de una empresa en: primarias y de soporte. Así mismo, tras analizar estos eslabones podremos identificar el margen, que representa la diferencia entre el valor total generado y los costes totales incurridos por la empresa en realizar estas actividades.
Las actividades primarias abarcan todas las etapas esenciales desde la adquisición de materias primas hasta la entrega del producto final al cliente. Son aquellas que agregan valor de forma directa al producto o servicio final.
Las actividades de apoyo respaldan las operaciones primarias, posibilitando su cumplimiento y, por ende, otorgando valor de forma indirecta al producto o servicio final.
El margen es un indicador para evaluar la rentabilidad y el desempeño financiero de una empresa. Define la diferencia entre el valor total generado por la empresa y los costes totales asociados con la realización de las actividades que generan ese valor.
En otras palabras, el margen representa la ganancia neta que obtiene la empresa después de deducir todos los costes relacionados con la producción, distribución y venta de sus productos o servicios. Un margen saludable indica que la empresa está generando más ingresos de los que está gastando en sus operaciones, lo que sugiere eficiencia y competitividad en el mercado.
En este primer paso, lo que haremos será desglosar las actividades necesarias para la producción y entrega del producto o servicio de la empresa.
Se trata de identificar qué acciones específicas contribuyen directamente a la creación de valor para el cliente. Esto implica no solo mirar las actividades principales, sino también las actividades de soporte que las hacen posibles.
Este paso se centra en determinar cómo las actividades de apoyo contribuyen al éxito de las actividades primarias.
Se busca comprender cómo estas funciones, aunque no estén directamente involucradas en la producción o entrega del producto final, son esenciales para el éxito de las actividades primarias. Esto implica analizar cómo departamentos como recursos humanos, finanzas o contabilidad contribuyen indirectamente al respaldo y mejora de las actividades principales.
Aquí es donde se profundiza en el análisis de cada actividad identificada. Se evalúa cómo y en qué medida cada una contribuye al valor percibido por el cliente y cómo se alinea con la estrategia competitiva de la empresa. Esto también implica analizar los costes asociados con cada actividad y compararlos con los beneficios que aportan.
Este paso implica mapear y comprender las relaciones entre todas las actividades identificadas en los pasos anteriores. Se trata de entender cómo las actividades se interconectan y cómo los resultados de una actividad afectan a otras dentro de la cadena de valor. Comprender estos vínculos es esencial para identificar posibles áreas de mejora y optimización en toda la cadena. Para ello es recomendable ordenar la información y esquematizarla de forma clara, para obtener una mejor visión de todas las áreas y actividades, y entender cómo se retroalimentan.
Así mismo, no debemos limitar el análisis únicamente a procesos internos, ya que el valor de nuestro producto o servicio final también estará determinado por la influencia de actividades externas o del entorno externo. Por ello, conocer nuestra posición con respecto a estos factores será fundamental.
Identificar áreas donde se puede mejorar la consecución del valor ofrecido a los clientes. Esto puede implicar optimizar procesos existentes, eliminar actividades que no agregan valor o introducir nuevas actividades que satisfagan mejor las necesidades del cliente.
Foto: generada a través de GPT4
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