Sabemos que vivimos en un mundo hiperconectado. La tecnología ha creado un ecosistema impensado hace unos pocos años, pero, si hablamos del eCommerce, la digitalización ha borrado fronteras. Hoy las empresas tienen acceso a un mercado prácticamente ilimitado, donde surgen oportunidades y planteamientos en constante evolución. Ya no necesitas una tienda en una calle de paso, ni necesitas anclar a una persona que conozca físicamente el terreno para expandir tu área de impacto comercial. Las estrategias D2C son la nueva tendencia a explorar por las compañías, accediendo directamente al cliente final, eliminando intermediarios y reduciendo costes. Todo esto lleva a nuevos retos en la cadena de suministro global, pero ¿qué pasa cuando la política interviene?
Las tensiones comerciales entre potencias como EE.UU. y China, el reajuste de tratados internacionales y la relocalización de la producción no son solo titulares de prensa. Son realidades que impactan la competitividad de los minoristas, las decisiones de los marketplaces y, desde luego, se convierten en el reto principal del supply chain.
Sin duda, el eCommerce ha prosperado gracias a un pilar fundamental: la eficiencia de la cadena de suministro. Las empresas han basado su crecimiento en un modelo de producción centralizada en Asia para una distribución en mercados de alto consumo, como Europa y EE.UU. Las ventajas de este modelo se pueden reducir a una: costes de producción sin competencia. Sin embargo, los riesgos son algunos más.
Los costes de transporte han subido drásticamente en los últimos años debido a la crisis de los contenedores, y la logística de última milla cada vez exige más. El almacenaje es hoy un punto básico para acercar el producto al mercado de consumo final, y eso implica gestión, costes y riesgo. ¿La logística inversa? Son realidades que la cadena de suministro tiene que seguir resolviendo. Pero, ¿qué sucede cuando tu negocio ya no depende solo de decisiones logísticas, sino de decisiones políticas?
Ahora, con amenazas de guerras arancelarias en el aire, el equilibrio se tambalea nuevamente. La pregunta es clara: ¿se sostendrán los modelos actuales de suministro global o estamos en la antesala de una descentralización productiva?
Los tratados internacionales han sido el motor silencioso del crecimiento del comercio digital. Sin ellos, los aranceles y las barreras normativas habrían hecho inviable la expansión de muchos marketplaces y retailers transfronterizos. Cuando un acuerdo se debilita o se reestructura, las empresas deben repensar sus estrategias. El eCommerce no se libra de esta realidad. Amazon, Alibaba y Shein no solo operan en mercados digitales, sino en mercados físicos, donde cada mercancía pasa por aduanas, regulaciones y acuerdos comerciales. Un simple cambio en las reglas del juego puede significar la diferencia entre un negocio rentable o una estructura de costos insostenible.
El comercio electrónico cross-border ha experimentado un crecimiento exponencial en los últimos años. China fue el país con mayores ganancias, llegando a cifras de 3.000 millones de euros/año, y el eCommerce español pasó del 7% al 25% en sus operaciones transfronterizas. Esto hace que estos mercados sean particularmente sensibles a las fluctuaciones en las políticas comerciales internacionales, y lo vemos en Latinoamérica, donde sus normativas en desarrollo y unas infraestructuras logísticas por optimizar hacen que un territorio con inmenso potencial aún esté dando sus primeros pasos.
La actualidad en materia de legislación arancelaria y aduanera no son solo batallas de despacho. Alteran profundamente los costes, la operativa y las estrategias de las empresas. Concretamente en el eCommerce, que se basa en márgenes ajustados y alta rotación de inventario, su impacto puede ser devastador si no se toman decisiones estratégicas a tiempo.
Nos inundan noticias sobre los aranceles de Trump a China, la eliminación de “minimis,” así como las propuestas de la UE de eliminar la exención sobre envíos procedentes de China de bajo importe. ¿Qué implicaría una guerra arancelaria con el país que hoy es la manufactura del mundo? De cara al cliente, la consecuencia que a todos nos viene a la cabeza, es el aumento de precios del producto final, pero hay más y son de alto impacto.
China no va a quedarse quieta y tomaría represalias, lo que llevaría a reconfigurar la cadena de suministro actual y buscar alternativas. Pero, mientras tanto, se resentirá la disponibilidad de stock y se generará la retirada de productos que no soporten los nuevos costes, reduciendo la oferta al cliente final. Veríamos impactos en el servicio y en los tiempos de entrega originados por la burocracia arancelaria, lo que afectaría directamente a la experiencia del cliente.
De cara a las empresas, el impacto es aún mayor. Se verán obligadas a buscar proveedores alternativos y a establecer centros de distribución locales para evitar depender exclusivamente de China, como ya lo están haciendo Shein y Temu. La incertidumbre obligará a replantear la gestión de inventarios y la planificación de la demanda, aún más compleja con múltiples proveedores descentralizados. Las empresas tendrán que invertir en tecnología, automatización y nuevos modelos de negocio para adaptarse a un entorno donde las regulaciones y aranceles pueden cambiar rápidamente, lo que también afectará la forma en que se comunican y venden online.
Las crisis generan incertidumbre, pero también oportunidades. No todas las empresas podrán absorber el impacto de una guerra arancelaria de la misma manera, pero aquellas que actúen con rapidez podrán minimizar el golpe y, en algunos casos, salir fortalecidas. Apostar por múltiples proveedores en diferentes regiones es una estrategia clave para reducir riesgos. Vietnam, India, Polonia, Turquía y, por qué no, España pueden convertirse en nuevos actores protagonistas, absorbiendo ese volumen de fabricación.
Invertir en tecnología va a ser, si cabe, aún más determinante en la automatización, reducción de costes y evolución del servicio. Hoy la IA ya ayuda a optimizar rutas logísticas, algo básico en ese nuevo escenario donde los fabricantes descentralizados empiezan a tener peso en el mercado, obligándonos a poner foco en hacer eficientes los costes de movimiento y almacenaje de mercancías para recuperar, si no mejorar, el tan exigente servicio de entrega.
El business intelligence será la brújula que nos permita discernir con claridad nuestros planes de S&OP y mejorar la gestión de inventarios para ser competitivos. ¿Y por qué no? Esto quizá ayude a desarrollar nuevos acuerdos regionales, como parece avanzar en Argentina, donde Milei ya dejó claro que es prioridad trabajar en reducir las barreras comerciales, algo que se pretende llevar también al Mercosur.
El eCommerce ha demostrado ser un sector resiliente. Crisis tras crisis, ha sabido adaptarse y evolucionar. Pero, en este nuevo contexto de tensiones comerciales, la velocidad de adaptación será crucial. Las empresas que prosperen serán las que mejor comprendan la realidad geopolítica, optimicen su cadena de suministro y mantengan la agilidad suficiente para ajustar su estrategia en tiempo real. Porque, en tiempos de incertidumbre y oportunidades, la estrategia no es un lujo.
Imagen: Flux Schnell
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